Parece que, con la recuperación paulatina de nuestra economía, poco a poco están dejando de bombardearnos con esto del emprendimiento.
Vamos dejando atrás esos días en los que parecía que la única y gran solución a todos nuestros males era “montárnoslo por nuestra cuenta” (como si no lleváramos toda la vida haciéndolo de una u otra forma). Se dedicaron a machacar el término “emprendedor”, a ponérnoslo hasta el la sopa, como si fuese algo novedoso, algo que nunca antes habíamos visto.
Pero, que no os engañen. “Emprendedores” ha habido toda la vida. Desde el barbero de tu barrio hasta el fontanero de turno, pasando por la señora de la tienda de “chuches” o los carniceros de tu pueblo.
Ser emprendedor no es otra cosa que ser autónomo, trabajar por tu cuenta, no es ni mejor ni peor que ser asalariado, simplemente es otra opción a tener en cuenta. Fíjate que digo asalariado y no “trabajar para otros”, ya que ¿para quién te crees que trabajas cuando eres autónomo?
Desde aquí te cuento mi experiencia, la mía, por si te puede servir de ayuda o de orientación, pero no es un “empujón” ni una recomendación hacia el emprendimiento. Y lo hago en 6 puntos, porque 6 son los años que llevo ya con esta aventura.
¿Por qué emprendí yo?
Porque me apeteció en ese momento, básicamente. Yo funciono así, por impulsos, o más bien, por sensaciones. Fue allá por el verano de 2010 cuando empecé a tomarlo como una opción. Por un lado el panorama laboral no era muy alentador, y por otro, siempre he sido muy de hacer las cosas a mi manera.
Comencé por leer, informarme de las posibilidades, ayudas en mi entorno, requisitos…etc. Vaya por delante que no tenía ni idea del mundo de la empresa, las diferentes formas jurídicas, impuestos, registros mercantiles, hacienda…ni nada de eso. Solo sabía que quería dedicarme a hacer páginas web y aplicaciones para móviles, y que quería hacerlo por mi cuenta.
Hablaba con mi hermana, que había estudiado Administración y Dirección de Empresas y trabaja como Directora de Sucursal en una importante entidad bancaria, leía libros sobre emprendimiento, me informé en una agencia local sobre ayudas económicas…y mientras tanto me pasaba horas y horas en el ordenador, ampliando mis conocimientos sobre todo aquello hacia donde quería orientar mi futuro profesional. Mientras tanto, mi padre solía pasar por mi habitación, se quedaba mirando y soltaba siempre la misma frase: “¿¿¡¡Ya estás en Internet!!??”. Cosas de padres… 😉
¿Cómo fueron los inicios?
Duros. Muy duros. Para empezar porque “no tenía un duro”. Llevar trabajando desde los 18 años (por entonces tenía 25) de forma esporádica, en fines de semana o fechas señaladas, daba para poco más que tomar algo de vez en cuando, hacer algún viajecito y darme algún que otro capricho, lo cual no era poco. Pero desde luego, no tenía ahorros a los que agarrarme en los duros inicios sin apenas proyectos ni ingresos, ni mucho menos podía permitirme soñar con un sueldo.
Tuve la suerte de acceder a una subvención pública, tras hacer una formación sobre creación de empresas, que me sirvió para pagar el alquiler de la oficina, cuota de autónomos, recibo de luz, de Internet y alguna cosa más durante el primer año más o menos, además de alguna visita a IKEA para amueblar la oficina.
La oficina era un pequeño local de 20 m en un centro de empresas de mi localidad. Para acceder a ello, tuve que preparar un plan de empresa sobre mi negocio (aquello me sonaba a chino) y realizar una presentación ante los miembros de un comité de dicho centro.
Tras estar allí cerca de 3 años, tras recomendación de mi mujer y pensarlo mucho, decidí dejar el centro de empresas y empezar a trabajar desde casa. Ella argumentaba, no sin razón, que así ahorraría en gastos y que total, iba a estar yo solo en una habitación de igual manera.
Mi mayor reparo era por los clientes. Me daba cosa no tener una oficina en la que recibirles, ya que no tenía ninguna intención de hacerlo en mi casa. Pero, echando la vista atrás, me di cuenta que el 90% de las veces me desplazaba yo a sus centros de trabajo o quedábamos en alguna cafetería. A decir verdad, vinieron clientes a La Oficina 3 o 4 veces, por lo que era algo totalmente prescindible.
Desde hace 3 años, trabajo desde casa, y no puedo estar más contento. Habrá gente que le cueste más, y también tiene sus cosas malas, pero eso lo dejo para otro artículo.
¿Recomiendo emprender?
Sí. Y me explico. Actualmente, a mi me va considerablemente bien, por lo que podría considerarse que baso mi opinión solamente en el resultado. En absoluto. Me baso en la experiencia que he vivido y acumulado a lo largo de estos 6 años.
Lo que he vivido, lo que he aprendido, la gente con la que he tratado, los problemas a los que me he enfrentado y los logros obtenidos; todos ellos no habrían sido posibles sin esta maravillosa experiencia.
Así que, si dudas, hazlo, merece la pena. Pero sin perder de vista que vas a pasarlo mal, esto es una montaña rusa de resultados y emociones. Y puede que te salga mal y tengas que “cerrar la persiana”. Si puedes permitírtelo y te pica el gusanillo, lánzate a la piscina.
¿Emprender es para todo el mundo?
En mi opinión, no. Hay gente a la que le gusta estar con más gente (en caso de emprendedor individual), necesita que le marquen unas directrices o camino a seguir, se siente más cómodo con un horario y sueldos fijos…etc. Si es tu caso, emprender no es para ti. Emprender es lo más alejado a la seguridad y la certeza que puedas encontrar, y puede que precisamente sea una de las cosas que más me atraen a mi.
¿Está de moda emprender?
Sí, sin duda. Aunque parece que ha parado un poco el boom inicial, en el que en todas partes nos decían que la receta mágica para hace frente a la crisis era que nos hiciéramos los héroes, nos pusiéramos el mundo por montera y nos lanzáramos a la aventura.
Ahora parece que este mensaje llega más tranquilo, con más mesura. Aún así, hay un montón de blogs y gurús del emprendimiento dando charlas, contándonos las bondades del emprendimiento y sus éxitos y fracasos. Parece que se ha montado una industria paralela entorno a esto de emprender, cuando, como he mencionado al principio del artículo, emprender es «más viejo que el cagar» (con perdón). Que se lo digan sino a uno de los dos millones de autónomos que hay ahora mismo en España.
¿El emprendedor nace, o se hace?
Sin duda, uno puede hacerse emprendedor, si tiene en cuenta algunos de los puntos mencionados, y se creen con fuerza, ganas y posibilidades de hacerles frente.
Está claro, que si posees ciertas características o rasgos personales, puede que te faciliten la tarea. Pero en ningún caso es algo innato. Independientemente de tus cualidades o tu forma de ver la vida, los ingredientes principales son el esfuerzo, la tenacidad y una actitud positiva ante la vida.
Hasta aquí mi humilde aporte y punto de vista sobre el emprendimiento. Todo desde mi posición 6 años después de lanzarme a esta apasionante aventura. No hay ninguna verdad absoluta en este artículo, es sólo una experiencia, una opinión. Espero que pueda servirte de ayuda y, si andas con dudas y quieres hablar sobre ello o necesitas más información, no dudes en ponerte en contacto conmigo.